Anoche, el presidente Funes envió un mensaje a la nación en cadena de medios y en pocas palabras dijo que Francisco Flores no estaba tan equivocado después de todo, que ser pandillero será delito y que se siente impotente y hasta inútil por la situación «descontrolada» (bien pendejo de mi parte decir «descontrolado» pero ni modo), que no puede conciliar el sueño (por lo menos el milloncito que le debía a Don Nico Salume ya se lo terminó de pagar, ya es una preocupación menos) y que está desesperado para que la opinión pública no se le vaya en contra.
Me dieron ganas de putearlo cuando dijo:
La actuación de la Policía ante la masacre de Mejicanos es histórica. Nunca antes se había logrado detener en menos de 24 horas a ocho implicados en un atentado.
Está bien. Comprendí lo que quiso decir y me reconforté cuando más adelante dijo:
Tengamos en cuenta que estamos luchando contra un enemigo poderoso, pero también estamos luchando contra una herencia maldita.
Esa herencia maldita tiene una parte social: se basa en las desigualdades y la exclusión que ha reinado en el país en las últimas décadas.
De la Fuerza Armada sigo sin tener claro qué es lo que pueden hacer ellos asumiendo el control de los centros penales o en las tareas de apoyo en las rondas de la PNC (considerando que tienen que respetar los fuckin derechos humanos). COmo sea, quisiera que el comandante Funes pudiera realmente hacer algo por nosotros los salvadoreños.
Yo – sinceramente- no le veo soluciones a este problema.
Díganme ustedes a mi.