Cada día

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Ni en la noche más oscura en que creí que iba a morir en la selva del Darién, ni en las noches más silenciosas y solitarias que viví en el Hospital Rosales, ni en aquella rosticería de pollos en San Pedro Sula en que se cruzaron los balazos frente a mi o en la depresión más profunda en que llegué a creer que mi vida no valía nada pude haber imaginado que llegaría el día en que por fin me sentiría feliz. A menudo la gente que es feliz no se da cuenta que es feliz y cree que la felicidad es algo que imaginan pero la felicidad es esto, es ahora, está ocurriendo, es en vivo no en diferido. Entre cacerolas, ajo y perejil yo encontré la satisfacción que me llevó finalmente a la felicidad. Hoy me considero el hombre más feliz que jamás he conocido. ¿Cómo lo logré? Un día a la vez. Cada día. Jornadas de 24 horas. Ochenta y seis mil cuatrocientos segundos. Ahora me falta ser plenamente feliz. B&JR.

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