Tegucigalpa, 1 de enero de 2004

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Bueno, hoy es martes primero de enero de 2008. Quiero desearles un feliz inicio de año.

Anoche me puse una gran tusa, me dormí como a las 9 am hablando paja en la colonia de a la par, tenía como 8 años de no pasar del portón de esa colonia, ya los bichitos raquíticos que yo conocí en aquel tiempo que jugábamos fútbol en el predio están grandes, hasta malas palabras dicen. Me desperté hace una hora y todavía me siento bolo, por lo menos no me ha dado goma, mientras escribo esta entrada me estoy tomando una mi cremita de espárragos que me quedó de lujo, su bondad aumenta al ser recalentada – pues la hice ayer para almorzar-, solo propiedades vitamínicas posee este brebaje.

Al nomás despertarme abrí las ventanas para que me entrara aire sansalvadoreño, me di cuenta que no había luz y mejor salí para que no me agarrara el encierro. Fui a visitar a la Roselia a la tienda y ahí estaba ella con su hijo el Popo que me regaló un poquito de Coca-Cola al tiempo (allí tampoco había luz), estaba haciendo una brisa supercuaxiquísima. Estoy escuchando la Sinfonía No. 40 en G menor K550 Molto Allegro de Mozart para que me ayude a bajar un poquito la talega. Fue un buen fin de año. El jamón de la pierna de cerdo estaba exquisito, se nota que se dejó matar el animalito sin oponer mucha resistencia. Definitivamente You and Me de Alice Cooper es una gran canción. Christopher Cross es un gran tipazo, habilidoso el muchacho de San Antonio TX (y crecido en Austin).

Alejandra no me llamó, ya la caga, pero no se lo voy a reclamar porque voy a ser consecuente con los propósitos que escribí ayer.

Hablando de cagadas, me cagué en la olla de leche en la mañana porque va de joder yo llamándole al celular a la Joselina, ni me acuerdo qué le dije ni qué me dijo, solo me acuerdo que se enojó – y con justa razón-. Soy verdaderamente insoportable al teléfono cuando ando tocado. Ya se le va a pasar.

Haciendo memoria, un día como hoy hace cuatro años me dio por irme a Honduras. Sí, a las 8 de la mañana estaba yo echando babosadas en mi mochila de viaje, sacudiendo el sleeping y afilando mi puñal para irme a la mierda. Le llamé a mi tata y le pregunté cómo me iba, que iba para San Petesburgo Sula, me dijo que vía oriente lo cual refuté alegando El Poy y a lo cual respondió que negativo, insistí en que la distancia más corta entre dos puntos (A y B) es la línea recta pero el veterano matemático insistió también, entonces hice caso. No fue una idea muy brillante que digamos porque… ya les voy a contar porqué.

Pues resulta que el primero de enero a los amigos de Puerto Bus se les ocurre reducir sus vuelos casi a 0! (cero factorial es igual a uno). La onda es que me enteré de eso hasta que llegué allí después de haberme ido caminando más de una hora desde mi casa. Entonces para evitar ese sentimiento de lúser decidí hacerle güevos y no regresarme (pa’delante siempre) y emprendí rumbo a la terminal de oriente (la misma que usan los aficionados del Aguila) y me fui a la shit para San Maicol ($1.71). Estando allá (después de haber ido platicando con una gringuita bien rica) me comí dos piezas de Pollo Campestre ($2.20). Luego de bajonear me fui para San Francisco (Gotera) ($0.70) y me bajé allí en el pueblo en una gasofa, caminé hasta la carretier y como no había bus a la frontier (border en inglés) me le puse enfrente a un pikachu para que parara, la onda es que me aceptó el maistro y me dijo que una cora me iba a cobrar, que le hiciera el favor de irle afianzando la cama Capri que llevaba en la palangana, lo cual hice con el mayor de los gustos.

Una vez en la frontera después de que me sellaran el pasaporte – porque soy fanático de esos sellitos- me pasé al otro lado donde me entero – nuevamente- de que no habían buses (qué jodida con esta gente transportista que no les gusta trabajar). Después de cambiar unos cuantos dolaritos, el money exchange estaba a L 17.50 por cada americano, me puse a pensar qué putas iba a hacer, tenía que llegar a Tegucigalpa, así que comencé a caminar y a pedir aventón pero nadie me paraba bola. Cansado de eso me dio por tripear la dinámica de allí, solo trailers y camiones, aunque también iba gente hecha mierda en aeronaves privadas. Media vez comprendí el mambo, ni corto ni perezoso me le acerqué a un chota que era el que le revisaba los documentos a los pilotos y le dije “mirá viejito, voy para Tegucigalpa, conseguíme un asiento en corredor o ventana, me da igual” y le extendí L 20 en dos mugrosos (mugrosísimos) billetes.

El necesitado policía me hizo la campaña y en menos de diez minutos ya estaba yo encaramado en un tráiler de Bimbo rumbo a Tegu, dada la mala fama de estos individuos decidí dejar mi puñal a 0.4 segundos del alcance de mi manopla. Bien buena onda el cabrón, hasta nos hicimos cheros, me dio pan de su representada y un jugo Petit. Hablamos todo el camino, ya no recuerdo esa conversación, solo recuerdo que fue muy agradable. Tipo 7 pm estaba yo en la ciudad capital de aquel hermano país, en una carretera principal perto de Comayagüela. Paré un taxi y el fulano me llevó al Hotel San Pedro allí en Comayagüela, frente a aquella rosticería donde años después estuve con Marvin hablando con aquel negro que sabía garífuna y que me hizo recordar aquella cafetería de Tijuana.

Me acomodé en la habitación y bajé a platicar con la majada que estaba en el improvisado lobby y que cuando me registré miraban muy atentos la puta televisión mierda que ficaba suspendida en lo alto de una esquina. Resulta que lo que estaban viendo esos majes era a su presidente Maduro viendo su tv en la casa presidencial (misma que años atrás había habitado Rafa Callejas cuando visité la tierra de Lempira por primera vez aquella grata navidad con mi familia) siguiendo a su comitiva cancilleril que esperaba la resolución de la Corte de La Haya sobre el diferendo limítrofe con El Salvador por el desvergue de Los Bolsones de Nahuaterique. Bueno, la cosa es que cuando dictaron el fallo a su favor esos majes comenzaron a celebrar como si le hubieran metido gol a Brasil.

Mientras miraba ese espectáculo, una cabellera rubia me llamó ipso facto la atención, eran dos bichas mochileras que iban a registrarse en las habitaciones más baratieri del hotel (éste su tata estaba en las suites full luxury) medio me vieron las bichas y se fueron a su recién alquilado cuarto. Poco a poco se fue despejando la salita y me quedé platicando con un vendedor de agendas que también era huésped. En eso sale una de las bichas mochileras, cabal la que a mi me gustó porque tenía un tremendo culo y una hermosa cabellera rubia, y comienza a hablarle al que atendía el lugar en un español con ese delicioso acento de chuca europea, cuando el cabrón brilló por su ausencia siguiendo las peticiones de su alojada aproveché para hablarle a la campesina caucásica, la invité a que se sentara en el acaroso sillón a lo cual accedió con agrado y sin hacer mal gesto.

No me acuerdo tampoco qué putas hablamos, solo recuerdo que me dijo que era de Holanda y que vivía en Nicaragua desde hacía poco, que era ingeniero en nosequéputas y que trabajaba en una central hidroeléctrica, que tenía 31 años y que estaba viajando con su amiga. En eso me dijo: “I want to smoke”. Yo había dejado mis cigarros Royal en la cangurera allí en la habitación y la invité a ir para satisfacerle su deseo, abrí la puerta, la invité a pasar y mientras buscaba los cigarros y me daba verga con el complicado zipper de esa mierda Nike ella se sentó en la Luis XV y me miraba al mismo tiempo que inspeccionaba la suite – notando las serias diferencias entre su habitación y la mía- hasta que le di el cigarro y saqué uno para mi también.

Entonces la cabrona me dice “Oh no, thanks, when I said that I wanted to smoke I meant to smoke some weed” y presto sacó un su churro sin precedentes, me ofreció y agradecido la rechacé. Empezó a fumar y a bocanear esa mierda, me destripié un poco.

Se tendió en la cama y seguimos platicando, el ombelico se le miraba delicioso y era un elemento muy sugerente porque medio se le miraban ese par de caracteres primitivos de la raza blanca que traía sin sostén. Si no hubiera querido yo tanto a Diana en aquel tiempo, me hubiera cogido a esa europea sin tanto advenimiento. La puta terminó su churro y se fue a la mierda. Me dormí (libre de zancudos).

Al día siguiente me fui a tripear por todo Tegu, caminé un vergo. Andaba una camisa chapina que le había comprado a aquellas indígenas en Veracruz (México), andaba mi mochila en el lomo, mi cámara de rollo y unos prismáticos al cinto, el inseparable gas pimienta y el puñal en posición de ataque en caso de necesidad, llevaba la pinta de un merecido turista centroamericano. Habían un revergo de soldaten casi que en cada esquina. Recorrí las calles, hablaba con la gente, fui a la Galería Nacional de Arte, a la catedral y a otros lugares.

Sentado frente a la Catedral de San Miguel Arcángel

Cuando pasaba por el mercurio me chillaban las tripas y oí a una vieja que gritaba “¡Baleadas, baleadas!” y dije qué pedos estas cosas. Se miraban comibles, las baleadas son una tortilla de harina de pan delgada in extremis con una capita de frijoles encima, crema y queso rayado que la verdad la verdad tiene un sabor bien chulo a un precio muy accesible. Mientras me comía las dichosas baleadas y me tomaba un vasito de café de chingaste me puse a platicar con la doña y sus cinco hijos que estaban bichitos.

Los niños me preguntaban por qué vestía así, de dónde era, me preguntaban cómo era mi país, que qué hacía yo allí, querían saber qué eran las cosas que andaba en el cinto, lo que andaba dentro de la mochila, etc. Yo les acerqué mis artilugios haciendo gala en la explicación sobre su finalidad y usanza, explicación que captó por completo su atención y me escuchaban maravillados. La gente iba y venía. Había una carreta y descansé un rato allí, bajé la mochila y los bichos me dijeron que nos tomáramos una foto, así que nos juntamos y le pedimos a un transeúnte que nos fotografiara. Esa es una de las fotos más vergonas que me he tomado por cuanto significa, por cuanto representa y por cuanto sentí en ese momento. Dieciséis nanosegundos antes de que se disparara el flash el más chiquito me abrazó con un amor como nunca sentí antes en mi vida. Aquí se las comparto.

Una de mis fotos favoritas

La Galería Nacional de Arte me recordó al Museo Histórico Naval de Veracruz, era prácticamente la misma edificación. Afuera conocí a un alcohólico que aseguraba sentir mucho respeto por los salvadoreños. Al final me pidió un par de monedas para echarse unos vergazos en mi honor.

Al llegar la noche cambié de hotel, esta vez el elegido fue el Hotel Pinares, como a 4 cuadras del de la noche anterior. Me acordé de que tengo familia y más que familia tengo una madre que me quiere porque es mi madre y de seguro estaba preocupada porque no le había llamado. Como los teléfonos públicos de Hondutel eran (todavía) una vil caca me fui a un bazar chino de esos atendidos por sus propietarios (que también son chinos) donde pedí que me prestaran el invento de Alexander Graham Bell, el chinito lo sacó de una caja metálica resguardada por uno de esos inventos con los que Harry Soref se hizo rico, lo puso en el mostrador y me pidió el número, lo marcó y me pasó el auricular. No había terminado de pasármelo cuando con la otra mano sacó otro invento, esta vez era el de Louis Berthoud y me lo puso casi en la cara para hacerme entender que hablaba en serio. Lo odié. Lo odié con odio japonés. Justifiqué que Manchuria se llamara Manchuoko.

Hablé con mi sacro santa madre y colgué justo en el segundo 51. Eran L 20 (poquito más de uno con la estampa de George Washington) lo cual me parecía demasiado caro. Para rematar, no me alcanzaban los mugrosos billetes porque había olvidado la cangurera en el hotelucho que aunque estaba cerca el chinito no accedió a que le quedara debiendo la factura en lo que iba y regresaba por el billullo, así que saqué un billete de a ten dollars y se lo di en pago pero el muy hijueputa me dijo que él no cambiaba dólares, que a la vuelta sí. Okay, iba a ir a cambiarlo ‘a la vuelta’ pero tampoco me dejó, le consultó algo en oriental a su padre y medio comenzaron a discutir. Mi encachimbadómetro comenzaba a registrar actividad. La solución fue que me endosaron a un chinito de menor tamaño para ir ‘a la vuelta’ a cambiar los dolarucos.

El dichoso ‘a la vuelta’ resultó ser un restaurante chino donde una cabrona con los dientes más pandos y torcidos que mi fe me dijo que el TDC era de L 14. Con tal de finiquitar esa mierda as son as possible acepté con disgusto y mandé con el chinito el encargo para su padre. Quería salir de esa pequeña Pekín que es Comayagüela.

Fui al hotel, me puse pimp y fui a disfrutar de la aburrida noche de Tegu a un karaoke donde no hice más que tomarme un jugo de sandía con el que recordé la canción del negrito que me cantaba mi sacro santo padre las noches de mi infancia para ayudarme a conciliar el sueño. Después de eso puteé mentalmente a un par de cerotas que no me hicieron caso. Me fui al hotelucho y conocí un gringo que era mormón y nos pusimos a jugar cartas.

Los tres días siguientes todo fue rutina, nada relevante que contar. Era hora de regresar. Solo me detuve en Choluteca a tomar una soda en una tienda rústica, nunca voy a entender por qué les llaman pulperías. Pura pendejada catracha. Pasé ya tarde la frontera, feliz de tener un nuevo sellito en mi pasaporte.

Como ya no iba a alcanzar a llegar a mi sacro santa casa, tenía que socarla en Saint Michel por lo que decidí llamar a Rodolfo el matemático para que me ayudara a conseguir alojamiento donde alguna de las amistades que hizo en los años setenta. Paco me buenrecibió y compartí esa noche con su familia y escuché historias sobre la mia contadas con mucha nostalgia que dibujaban una sonrisa en su rostro por el recuerdo de aquellos años.

Su hijo Wilber me prestó su computadora y hasta me dejó grabar un disco, todavía tengo ese disco por allí, en ese disco tengo aquella canción de Guillermo Dávila que tanto me gusta.

De regreso en mi casa nuevamente fui feliz. Honduras y su gente, así como sus calles hicieron su aporte en mi vida. Les guardo mucho cariño, me caen bien.

Nunca antes le conté esta historia a nadie y mucho menos la escribí, hasta ahora.

Así fueron mis primeros días del 2004.

Saludos a todos y les deseo un próspero 2008.

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Rafael Alejandro

Hey, buena historia, para iniciar el año …, tenés esencia de escritor, sígale, por acá nos seguiremos divirtiendo con las «entradas», salú.

Mariolinocopinol

me cuadra, tiene mi sello de approved!

Anonymous

Me ha redagado de la risa la foto con los bichitos, y el abrazo de los nanosegundos. ja ja, se ve que te queria..lo de la gringa y sobre todo lo que detuvo para no pecar……..jajaja.

.- EMG

[…] antes. Fue algo sorprendente, me dejó en qué pensar. Me acordaría de este lugar al salir de la Galería Nacional de Arte de […]

[…] ese expendio nos fuimos a la shit (ALS) y ante el generalizado cierre de establecimientos (por ser primero de enero) no sabíamos a dóndepútasír con el agravante de la hora casi nos damos por vencidos pero […]

Jorge

BUENÍSIMA LA CRÓNICA, QUÉE XCELENTE NARRADOR SOS, SOBRE TODO ME ENCANTÓ EL 2CALICHE» CEMNTROAMERICANO.

UN SALUDO:

JORGE.