Veracruz, agosto de 2003

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Vista desde el Hotel Lois, al fondo la Isla de los Sacrificios

Cuando iba en el autobus, iba pensando en que quizás había sido una mala idea ir, en que llegaba dos años tarde, pensé por un momento en que quizás no debía estar allí, pero allí estaba, con una camisa blanca arremangada hasta los codos yendo a Veracruz. En esos dos años anteriores FoFo ya había ido de visita aprovechando un viaje de trabajo, también mi mamá había ido a pasar sus vacaciones el fin de año anterior.

No era que yo ya no quisiera a Hazel ni mucho menos, sí la quería – todavía hoy- pero las cosas habían cambiado entonces, habían cambiado demasiado, nada era como antes, yo sabía que dentro de su corazón mi nombre guardaba polvo en algún lado y ella tenía razón, yo me había portado terriblemente mal con ella, la hice sufrir con el embate de mi inmadurez.

Todavía un poco afectado por el encuentro con el taxista hijueputa del mediodía vi mi reloj cuando llegué a la terminal del Puerto de Veracruz, marcaba las 6 pm. En ese momento fue que decidí que no iba a ajustar la hora al huso de verano (para sentirme más estrangeiro), quería decir que localmente eran las 5 de la tarde. Nunca hubiera imaginado que esa hora iba a significar en mi vida la nostalgia de la lejanía, el recuerdo de muchas de las mejores horas que he vivido y el sentimiento que tengo en cada tarde de agosto cuando pienso en lo que fue todo aquello.

Me sabía la dirección de memoria, la había escrito varias veces en los sobres de las cartas que depositaba en las oficinas nacionale del correo, esos sobres con la leyenda «AIRMAIL | PAR AVION«. Salí de la terminal con mi equipaje y busqué un taxi, en veinte minutos llegamos al fraccionamiento y pude ver con mis propios ojos todo lo que Hazel me había descrito en los años que llevábamos de conocernos.

No puedo decir que sentí la alegría que les causaba mi llegada cuando abrieron la puerta después de que toqué el timbre creyendo darles una sorpresa pero sí sentí que era bien recibido, tengo que decir que se portaron muy bien conmigo y a medida trancurrieron los días me dieron todo el cariño de siempre. Por un instante volvió a ser lo mismo.

Mi visita coincidía con la del Tío Oscar que había llegado de Matamoros buscando soluciones para mejorar sus finanzas, nos acomodamos en la misma habitación y conversamos muchas horas sobre muchas cosas, al final de mis días casi me convence de quedarme en aquellas tierras asegurándome que tenía hartas posibilidades de triunfar dadas mis capacidades para los negocios. Es obvio que no me quedé.

Doña Rosita se la pasaba riéndose conmigo todo el tiempo haciendo bromas sobre cada cosa que hablábamos, me preguntaba por mi familia, por mi carrera y por mi país, hablabamos de los lugares a los que habíamos ido estando aquí cuando nos visitaron ellas. De verdad que era la suegra soñada.

Una vez instalado y atendido excelentemente por Rosita (la ama de llaves), que también platicaba conmigo un montón, se sorprendía de cómo nunca tenía que faltar el chirimol (bandera para ellos) a la hora de mis comidas.

En mis primeras salidas por la hermosa ciudad portuaria compré una Guía Roji de Veracruz con la que me sentí realizado por mi gran afición a los mapas. Con mi mapa en mano y mi cangurera al cinto me di a la tarea de expedicionar la ciudad tomándole fotos a todo aquello que me resultara interesante.

Caminé mucho, mucho, viajé en bus a todos lados, por eso puedo decir que no me pierdo estando allí.

El fraccionamiento quedaba justo detrás de la Universidad Cristóbal Colón y cada vez que pasaba por allí para ir a Plaza Cristal además de ver a las estudiantes bonitas que se paseaban con los libros abrazados a su pecho, miraba aquellos apartamentos que me recordaban a unos apartamentos de Ciudad de Guatemala, entonces, me sonreía. Llegaba a la esquina del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y me acordaba del Centro de Gobierno de San Salvador y sus chalets.

Monumento en el paseo del malecón

Una tarde recorrí el malecón y vi un buque de la armada inglesa atracado, vi pasar a mi lado a dos marineros, uno era blanco y el otro era negro, en ese momento me acordé de uno de los poemas que más me gusta de Neruda. Un par de años más tarde cuando iba caminando con Avelino en la Calle Sisimiles me volví a acordar de este momento.

Buque de guerra

Llegué al área de tiendas donde uno puede comprar souvenirs, me acerqué a los pequeños mostradores y pude darme cuenta del gran contrabando de mercancías que existe en los puertos comerciales. Pude hacerme de una cortadora de habanos, de una caja de habanos y de cigarrillos negros todos Cohiba y a muy buen precio. Semanas después cuando René llegó a la casa, llevó lo mismo pero él los había comprado en Cuba a un precio todavía menor. Por algo somos hermanos.

Cuando iba al muelle a sentarme a contemplar la pasividad del mar, a escuchar el sonido de las gaviotas y a sentir la brisa de un sol benevolente, encendía un habano y me ponía a saborearlo, me ponía a pensar.

Exploradores del Nuevo Mundo

Confieso que en una de esas tardes mientras fumaba a la orilla del Club de Yates, me acordé de mi amigo Adolfo Quintana, un cubano cuya balsa fue a parar a la Honduras Británica (me acabo de acordar de Papillón), lugar mismo donde se afincó, se hizo carnicero y continuó su vida.

Pensé en todos los habanos que me dio a manera de agradecimiento por haberle ayudado en un problema, pensé en lo difícil que debió ser para él estar a la deriva en el mar esperando la muerte. Pensé en lo pura mierda que es el gobierno de El Salvador en no tener relaciones diplomáticas con la isla:

Sr. Quintana, su nacionalidad cubana le impide ingresar a la República de El Salvador sin un permiso consular.

A veces somos demasiado inhumanos.

Un día, años después, el humo del habano del Presidente Saca me golpeó el ambiente cuando le di la mano para saludarlo y yo, yo me acordé de todo esto que les estoy contando ahorita. Más adelante voy a escribir aquí cómo fue que comenzó mi afición al tabaco.

Vista principal del faro Venustiano Carranza

En el malecón está el Faro Venustiano Carranza, una arquitectura muy bonita. Cerca también está el Museo Naval donde pasé varias horas husmeando parte de la historia mexicana en esa construcción colonial. Una de las cosas que más me llamó la atención fue lo del Cadete Virgilio Uribe cuando la invasión estadounidense de 1914. Virgilio tenía tan solo 17 años. Yo había visto ese nombre en un monumento junto con el de José Mariano Azueta a un lado del faro pero no le tomé importancia entonces sino hasta que llegué a esta placa:

Placa dedicada al cadete Virgilio Uribe

21 de abril de 1914
El Cadete
VIRGILIO URIBE
Fue mortalmente herido en este lugar en defensa de su Patria.

Al salir del museo fui a bordear la cuadra movido por la curiosidad, vi el balcón en el cual minutos antes había estado yo y donde desafortunamente había estado el joven Virgilio 89 años antes. Fue algo sorprendente, me dejó en qué pensar. Me acordaría de este lugar al salir de la Galería Nacional de Arte de Tegucigalpa.

Vista del balcón donde murió Virgilio Uribe

Seguí caminando. Llegué al que me pareció el mejor obelisco de todos los que hay regados en el centro histórico, me tiré al suelo y le tomé una foto, la leyenda que rezaba en una placa sobre el mármol me enculó:

Vista de un obelisco en el malecón

A los marinos del mundo que ofrendaron su vida al mar.

Vagando por las calles fui a parar al que sería mi lugar más querido de todos: El Auténtico Café Veracruzano en el Pasaje de La Campana. Fue algo que hice religiosamente, todos los días tipo 4 de la tarde estaba yo ahí fumando mis puros, tomando café y jugando ajedrez, me iba ya entrada la noche, me apodaron «Salvador» y «Extranjero», a todos les di verga jugando chess.

Pasaje de La Campana en el centro de Veracruz

Jugando ajedrez en un club

Siempre me voy a acordar del trovador/bohemio (primero a la izquierda) con el que me hice chero en una terraza después que le pedí que tocara unas canciones. Lo invité a que se sentara a almorzar conmigo y platicamos bastante. Me contó sobre los lacandones que eran los mayas entre los mayas, me habló del conflicto de Chiapas, de las desigualdades y de la corrupción en México, me habló de la causa del EZLN y de Rafael Sebastián Guillén mejor conocido como el subcomandante Marcos (la semana siguiente me compré una camiseta con su cara estampada), hablamos de ópera y de unas grabaciones que él había hecho y de unas canciones que él había escrito. Aprendí más en esa plática que en un trimestre completo de universidad.

También me voy a acordar de aquel chavo que me invitó a unirme en su travesía con la marina mercante mexicana ofreciendo conseguirme mi carta de navegación porque su tío era un almirante influyente – decía-, y pronto iba a partir en un barco como parte de la tripulación en un viaje que tardaría 8 meses yendo primero a Grecia y luego a Taiwán. No sé qué fue de él. Me gustaría saber.

En las mesas de a la par se ponían viejitos a jugar dominó con esas camisas playeras que solo me hacían acordarme de Cantinflas en Sube y Baja.

Banda musical tocando el tradicional Danzón Jarocho

Donde estaba la campana se ponían adultos mayores a bailar danzón, un grupo en vivo llegaba a tocar los lunes y los jueves, siempre lo miraba con curiosidad, era algo que robaba la mirada.

Yo salía desde temprano, llegaba noche, dormía poco, comía donde fuera. Ahí cerca de la casa había un carrito de tacos: Tacos Los Güeros. Me hice amigo de ellos la primera noche que llegué a cenar, es una anécdota bien cagada de la risa, se las cuento:

Yo llegué al carrito y pregunté cuánto valían los tacos, me dijeron que como 4 pesos, me preguntó cuántos quería, vine yo y dije altaneramente que me diera uno de cada uno, se me quedó viendo, volteó a ver al Güero y me volvió a ver a mi y dijo asombrado «¡¿Uno de cada uno?!». Afirmé y me fui a sentar.

Estaba yo algo encachimbado porque no se apuraban cuando de repente se acerca el cabrón con dos platos en una mano y otro en la otra y me los sirve, «Qué va a tomar» – me preguntó-. Jueputa! dije yo para mis adentros. Eran 14 tacos (res, pastor, maciza, cachete, oreja, hígado, tripa, corazón, intestino, picadillo, costilla, lengua, adobado, cochinita pibil).

Yo creí que iban a ser unos 6 tacos pero le hice huevos y me los comí, pero para rematar, me enchilé tanto que me tuve que tomar 3 gaseosas (tipo Tropi).

Tacos Los Güeros

Se dieron cuenta que no era de por esas tierras y nos pusimos a platicar. Nos hicimos cheros. No sé si todavía estarán allí, quedaba entre unas casetas de teléfonos y un Oxxo frente a una planta de Conagua, en la que está en Ciruelos Fracc. Floresta. Si alguien lee esto y ellos siguen allí lléveles mis saludos.

Estuve en el Museo de Cera, en el Acuario, en la casa de Agustín Lara, en el Gran Café de La Parroquia, en el Parque dedicado a José Gabilondo Soler y muchos otros lugares.

Estatua de cera del ex presidente mexicano Vicente Fox

Tiburones en el Acuario de Veracruz

Fachada de la casa museo del flaco de oro Agustín Lara

Fachada del tradicional Gran Café de La Parroquia

Estadio Luis Pirata Fuente

Fui con Juan y Don Juan al estadio Luis «Pirata» Fuente a ver perder a los Tiburones contra el Atlante, un desastroso 3 a 0.

El primer día que salí de noche conocí a un suizo en un restaurante del centro, nos hicimos cheros y fuimos a joder a un lugar que estaban reinaugurando: El Carioca. Adentro estaba lleno todo, no cabía ni un alfiler, yo no tomaba en ese tiempo, el suizo era muy conveniente para el plante extrajero que despertaba la curiosidad de las mujeres que de pronto se comenzaron a interesar en nosotros. No recuerdo cómo se llamaba el chavo suizo, pero nos comunicábamos en alemán e inglés. Esa noche estuvieron bailando las chicas Hacienda Tequila Sauza, unas tipas esculturales, bien ricas estaban.

Al salir de ese antro, me fui con una chera mexicana que acababa de conocer, estaba bonita. Los moteles en Veracruz son como los de cualquier parte. Me llevé el cenicero como recuerdo.

Pasé muchas horas en la carretera con Don Juan, platicábamos bastante. Digamos que le tomé cariño por su forma tan buenísima onda de ser conmigo.

En una fonda almorzando con Don Juan

La última noche que estuve en Veracruz y luego de dedicar el día para despedirme de todas las personas que había conocido, llegué a la casa, preparé mis maletas y salí. Paré el primer taxi que pasó y le dije que me llevara a algún lugar que él me recomendara. Decidió llevarme a un lugar que no recuerdo cómo se llamaba.

Ahí conocí a una chera rusa bellísima, blanca, simpática, con su cabello rubio élfico largo trenzado como campesina, medía cerca de 1.84 según me dijo, tenía unos preciosos ojos azules, manos y pies perfectos, los dientes parejitos, tenía una sonrisa encantadora, nos reímos mucho, era un sueño. Jamás la voy a olvidar, ella pagó todo y me convencí de nuevo que los moteles en Veracruz no ofrecen nada que no ofrezcan los de aquí. Me llevé el cenicero como recuerdo de la mejor noche de mi vida.

No voy a contar lo que pasó en el Sr. Frogs uno de los días que fui, me metí a defender a alguien que estaban vergueando pero no voy a dar los detalles. El primer día que fui al Sr. Frogs conocí a varias meseras, meseros y al gerente del lugar, me trataron superbien, de lo mejor, full relajo, esa mara tenía una energía increíble. Me acuerdo de un chavo al que le faltaba el antebrazo, ese man fue la ley conmigo, la primera bebida cortesía de la casa – me dijo-, tampoco me cobró la entrada las veces siguientes, si por alguna extraña razón lee esto, quiero enviarle un saludo.

Me fui a payasear al baño a atender a las señoritas echándoles jabón en las manos, abriendoles el chorro y dándoles toallas de papel para que se secaran, hasta propina me dieron, hasta me fui a sentar con una un rato a hablar paja.

Sanitarios del Señor Frogs

Amigos en el Señor Frogs

Con John Montoro

Con la cajera

Con una mesera

También en el Sr. Frogs conocí a Mariana pero esa ya es otra historia que luego les contaré.

Extraño Veracruz, tengo que volver.

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Angel

Muy buenas estas crónicas men, siempre lográs que nos traslademos al lugar. Qué paloma cómo 5 años ya da pie a realizar esos flashbacks y flashforwards (como el de tu comparación de los marinos ingleses con Avelino y vos), me hace recordar a los Flashforwards de Henry Charriere cuando hablaba de «años más tarde me enteraría que…», paloma ese recurso literario, de mis favoritos.

Ha de haber sido una experiencia vergona men. Afuera de tu país siendo un cipote (raquítico XD).

Me consta que los ecos de aquella época aun resuenan en tu vida, sobretodo por aquellas voces femeninas que quedaron en el pasado.

David

Como si fueras un bicho de 17 años te ves ahí xD

Buen relato vos!!

Saludos

Rocio

Sí, te ves super joven… lo que hacen 5 años!
saludos,

Alexander

man k ondas puta sin kerer vine a dar a tu pagina, estan bien vergones los relatos, tiempos sin hablar contigo hay un vergo de historias que contar,26 de junio ya esta grandote hace unas semanas empezo a caminar,bueno viejito espero volver a charlar contigo muy pronto..

Angel

Tiempos aquellos de abundante dicha.. jaja la Rocío de paja en paja te dejó ir el vergazo: «lo que hacen 5 años» jajaja, kgado de la risa

Alexander

no pues espera a que te cuente las ultimas, involucran a una chica que nos gusta a los 2..

eric

Muy buena la historia fafa, si un dia de estos me encuentro en el salvador te llamo y nos juntamos para que me cuentes como terminaste en veracruz y quien es Hazel.
Saludos, siempre te leo por aca.

Alexander

si hermanito esa misma…