Finca El Portezuelo

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Para todos los que vivimos en la ciudad, salir de ella es ver el mundo de una manera diferente, es recargar energías y encontrar nuevas fuentes de motivación, ayuda a que uno se relaje y bote el estrés junto con todas aquellas cosas que nos agobian. El estar en contacto con la naturaleza, el ver lo verde, el respirar limpio, el caminar, tocar el agua helada o vaporosa, los paisajes desde las alturas, los animales, los sonidos de la montaña, el compartir con los amigos, etc. son experiencias que hacen más agradable el error de estar vivo.

Definitivamente les recomiendo la Finca El Portezuelo a 6 Km de Juayúa y a una altura de 1500 msnm. Pueden alquilar una cabaña, una habitación, una tienda de campaña o simplemente un pedacito para acampar. Hay tours de bicimontaña, senderismo (hiking), recorridos a caballo, moto enduro y visitas guiadas por los cafetales. ¡Un gran trip!

Comenzamos a subir la montaña tipo 4 de la tarde, después de haber almorzado en el Festival Gastronómico de Juayúa, yo como andaba algo adolorido me bebí un potaje pático ultra-sosegador de goma, llegamos como en una hora a la finca, recorrimos el lugar y nos pusimos a apreciar el clima y el paisaje, hay una serie de pinos, araucarias y otras coníferas que le dan una atmósfera casi mágica al lugar.

Cocinamos unos choripanes y nos pusimos a pendejear, después, la noche estrellada… WOW! tripelado, bien arropado y con gorro chis… ¡si no hay que ser maje!. Como andaba rendido, ¡puff! en trez pijazos me raneé. Me desperté a las 6:30 am y sin más, me fui a ayudarle a Cristóbal a darle de comer a los caballos, a sacar las pacas de heno del granero y a lomearlas hasta el establo.

Siempre me ha gustado el sonido de los caballos, cuando relinchan, cuando trotan y cuando comen.

Después de un desayuno veloz, nos hicimos al camino con el propósito de llegar a la cima del cerro El Zorro, cargamos mochila al lomo y pa’delante. Le solicitamos info a un lugareño y nos dijo: «Salen de aquí para allá, caminan unas cuatro cuadras y llegando hay unos pilastrones azules, se meten allí, allí es la finca Santa Marta, no les van a decir nada, luego…», esos puntos suspensivos quieren decir que no me acuerdo qué seguía, hasta allí alcanzaba mi retentiva, por lo que decidimos que al llegar a ese lugar preguntaríamos de nuevo.

A unos cuantos metros de la entrada de la finca Santa Marta volvimos a preguntar y nos dijo el muchacho: «Váyanse por aquí recto en esta brecha hasta que encuentren un camino así, agarran esa brecha para la derecha, caminan unas diez brazadas y van a ver dos caminos, agarran la brecha que va para acá y caminan por esa brecha, llegan a otras dos brechas y siguen recto recto hasta que pasen dos huatales y van a ir a dar a la calle nueva, ya de allí para arriba no se pierden». Vergón, y eso fue lo que hicimos, para no demostrar ignorancia – lo cual en esos casos es debilidad- nos mostramos seguros como si supiéramos lo que estábamos haciendo, nuestro sentido común nos decía que las famosas brechas eran los caminitos que se miraban, las direcciones así y acá serían las que fueran para arriba y que los huatales tenían que ser ahuevo lo que fuera diferente al paisaje que estábamos viendo. Furuló.

Después de caminar y caminar entre matochos ayudados de nuestros bordones llegamos a la cima después de una hora y veinte minutos. El vértice geodésico que encontramos en la cima indicaba que la altura a la que nos encontrábamos era de 1952 msnm. Descansamos un rato.

El Juan sacó lo primitivo un rato y se puso a jugar con una liana que encontró allí:

Comenzamos el descenso rumbo a la Laguna Verde y casi nos perdemos, fue una buena idea dejar una bolsa plástica como señal en un cruce de caminos, de hecho nos tocó devolvernos para encontrar la bolsa cuando ya el camino no nos resultaba familiar.

Llegamos al punto para cambiar de rumbo en el descenso y buscar la ruta a la laguna. Esta era la vista del bosque:

Después de un ratix – pasando la tubería que estaba como freezer- ya se alcazaba a ver la laguna, cuando buscaba encuadrar la foto, un tenguereche brincó del monte y me sacó la cola de pitufo, miren la laguna:

Recorrimos el último tramo para llegar a la orilla bañable:

El agua estaba super helada, más la brisa, era todo un remedio chino. Junto pastaban unas bestias:

Full relax:

Después de despedirnos de la gente del lugar, nos fuimos siguiendo la calle del Caserío Laguna Verde, le preguntamos a un señor que cuánto nos faltaba para llegar a Apaneca, se nos quedó viendo de pies a cabeza como midiendo nuestra complexión para calcular nuestra velocidad y hacer una estimación precisa a nuestra pregunta, finalmente y viéndonos con cara de «pobrecitos estos bichos» nos dijo: unas 2 leguas, aproximadamente unos 40 minutos. A caminar se había dicho.

Bajamos y bajamos por caminos de piedra, toda la gente que encontrábamos a nuestro paso nos saludaba, eso me agradó muchísimo y me dije para mis adentros: la gente de ciudad es bien pendeja, nunca saluda a nadie, peor… nunca devolvemos los saludos.

Un bicho nos dio alcance mientras bajábamos y nos dijo que nos faltaban unos 40 minutos, lo cual nos confundió porque eso era lo que nos había dicho el señor hacía 20 minutos. El niño iba uniformado y rumbo a su escuela, dijo que iba a sexto grado, iba con los zapatos bien lustrados, bien peinado y bien perfumado. A él le tocaba caminar las 4 leguas todos los días, dos de ida y dos de regreso. Se me vinieron a la mente muchas cosas sobre nuestro sistema y nuestro modelo educativo. Pensé en el software libre y en las computadoras con bajos perfiles de hardware.

Finalmente llegamos a Apaneca, caminamos hasta una especie de mercado-plazuela-food court, nos sentamos a ocupar una mesa en el Comedor Daniela y pedimos dos tortas con una Coca-Cola cada uno. Allí probé una de las mejores cebollas curtidas que he comido hasta hoy. Hasta llevaba muta rodajeada, riquísimo.

Nos regresamos en chusón, lo esperamos un buen rato en una esquina a la par de una panadería. Unas niñas salieron con su compra y alcancé a oir que una se llamaba Grecia. Me acordé de una Grecia que conocí una vez y también me acordé de que allí, a Grecia, quiero irme de luna de miel cuando me case.

Extraño muchísimo a mi Joselina, en las alturas de El Portezuelo casi no me pegaba la señal y cuando me llamó se me cortó. Me hubiera gustado que hubiera estado conmigo en todo momento. Algún día. Ojalá.

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Angel

Ese trip es paloma men. Una vida de rico en día lunes, de estar alejado del trajin. Saber que toda la mara está volando pija y vos caminando a través de los senderos con tu vara de palo jajaja, paloma.

francis

En realidad estuve alli en Portezuelo cotizando precios con la intención de llevar todo mi grupo de caminantes para que practiquen los jueguitos de aventura extrema que tiene Roxana y me llamó mucho la atención, de hecho ya estoy organizando al grupo para que conozcan el lugar.
Modestia, creo, pero esas caminadas ya no me asustan he realizado otras peores que hasta los calcetines he traído rotos al regreso, lo que si les digo a quienes lean el comentario que ese tipo de actividades es excelente para tu salud mental si hasta que debes se te olvida pues.
cuando necesiten guia avisenme.

yo

se los recomiendo fui con mi colegio y la pasamos super bn

Yamibel

Me encantaria poder tener una aventura como la de ustedes .Tener caballos y cuidarlos devidamente es mi sueno. Ust. son muy afortunados de tener caballos.