Ordenando mi casa

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closet

La semana pasada estuve ordenando la pieza en la que vivo pero una de las cosas que hice en particular fue la de apartar a un lado la ropa que ya no uso, echarla en una bolsa y encontrarle un dueño que las apreciara más que yo.

Así, durante la selección y depuración los criterios que rondaban por mi cabeza a la hora de hacerles el juicio se remitían a los recuerdos que experimentaba con sólo ver o tocar la prenda en cuestión.

Detalle final del contenido de la bolsa – exceptuando ciertas nimiedades-:  la camisa tipo polo de Hewlett-Packard que tanto me gustaba, unas camisetas de Dell que me trajeron buenísimos recuerdos, la camisa de McAfee que Cristina De León me regaló en el 2006, las pijamas que usé en el Hospital Rosales  – obsequio de mi madre-, en la bolsa iba también la camiseta negra que hacía las veces de centro que NZinga Simâo me regaló hace unos cuantos años, la camiseta de Superman que compré en un corredor de Metrocentro y que no sé si se encogió durante o después de la primera lavada, calcetas y calcetines que llevaba años sin usar – la mayoría sin par y tristemente enviudecidos-, la camiseta del MOP que huele a nueva y de la que me acordaba siempre que veía a las cuadrillas de trabajadores en las carreteras, un pantalón khaki que solo usé 27 veces, la camisa cuadriculada que una vez le regalé a mi hermano y quedó en el desuso por falta de tres botones, la camisa Old Navy con camuflaje militar que una drogadicta dejó olvidada en un café. Confieso que no pude echar a la bolsa mis camisetas de fútbol que usé en el colegio.

He comprendido que la vida sigue su curso a pesar de sus muchas penurias, que el carrusel se detiene y vuelve a comenzar, que los recuerdos del futuro son las cosas nuevas de hoy y que el pasado que decidimos dejar atrás quedan por siempre en un lugar privilegiado de la memoria y el corazón. Creo que padezco una enfermedad que se llama «apego».

Sin embargo, y, definitivamente, hay cosas que todavía no estoy listo para dejar atrás: las sobrefundas bordadas por las manos de mi madre, el recibo viejo de teléfono donde sale el número de Fabiola, el vestido verde de mi abuelita, las botas Harley Davidson en buen estado (gracias a mi primo Billy) de cuando tenía el pelo largo, mi caja y otras más.

Siento que es preciso despojarse de cosas viejas para dar espacio a que vengan cosas nuevas. Hay cosas que sin duda no se extrañan y tampoco hacen falta.

Ordenar mi casa es casi como ordenar mi vida por pedazos.

Todo se transforma.

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Alexandra

Yo también conservo muchas cosas por nostalgia y cariño.