Mi manía de guardar cajas

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Cajas de varios tamaños

No sé cuando fue que todo empezó, pero me di cuenta allá cuando tenía como 12 años. Todas aquellas cosas a las que yo les había asignado un valor sentimental o que tenían un propósito iban a parar a una caja de zapatos que yo guardaba debajo de la cama o arriba del ropero.

Dentro de esa caja tenía varias cosas: tenía la carterita verde-pix “Body Glove” que se cerraba con velcro que mi abuelita me había comprado en el centro cuando tenía como 7 años, me la compró en el puesto de una señora que vendía en un canasto (me acordé de esa señora este año en Pachimalco); estaban los botecitos ya vacíos de las muestras de perfumes que me regalaban; tenía unas cuantas monedas de países extranjeros – algunas de ellas se las había hueviado a mi hermano René-; tenía algunos empaques de cualquier cosa y tickets de los buses a los que me subía. Tenía un par de cosas más.

La billetera que me ragaló mi abuelita

Conforme fueron pasando los años los recuerdos iban aumentando: los había desde los más tristes hasta los más alegres pasando por los más bobamente cariñosos, llegada la preadolescencia comencé a guardar las cajetillas de cigarros que compraba, eran todas de Marlboro Rojo (influenciado en parte por el recuerdo de mi tío Rafael), comencé a guardar pedazos de papel en los que anotaba pendejadas en japonés para que nadie descifrara mis más íntimos secretos, guardaba la foto que Claudia Patricia me había regalado en el octavo grado, también tenía una de las pulseras que yo mismo había hecho con hilos de madeja de la Casa Hong Kong y plastiglás que decía “Claudia”.

En la adolescencia mi mejor amiga (Gema) me regaló una caja y me hizo muy feliz (ojalá pudiera sentir de nuevo esa felicidad), era una caja que había servido para resmas de papel. Era una caja de cartón bastante grande, estaba realizado con esa caja jajaja… mi humilde cajita ya toda hecha mierda tenía una nueva y espaciosa morada (sí, metí la vieja en la nueva – lo que hace el amor a los recuerdos-). Guardaba y resguardaba las cartas y notitas que intercambiada con algunas cheras que me gustaban, también estaban las cartas y notitas que intercambiábamos Gema y yo. A veces pienso en Gema y cuando lo hago, en verdad la pienso mucho (Nena si leés esto quiero que sepás que te quiero mucho y que me hacés falta).

Durante un tiempo guardé en un estuche de rollos fotográficos las cenizas de los cigarrillos que me fumaba, no sé con qué fin, pila mía, pero después de años, las cenizas están allí y siguen siendo cenizas. Siguen estando allí también las hebras de cabello de algunas bichas encules míos, servilletas con números de teléfono de 7 dígitos al estilo de la canción de Rey Ruiz, unos cuantos ganchitos y colas, hasta un par de tangas creo que hay jeje…

La cultura rusa siempre me ha llamado la atención, no sólo por su ajedrez sino también por su historia, su religión y su literatura. Para alguien como yo que creció en los últimos años de la Guerra Fría – admirando a Rinat Dasayev en el mundial de Italia ’90 y escuchando el nombre de Gorbachev junto con la palabra “Perestroika”- teniendo esta manía por las cajas – y la mística que hay detrás de ellas- no fue difícil que me fascinara con las matrioskas cuando las conocí, siempre me gustaron. De alguna manera estábamos en la misma línea.

Juego de matrioskas

Por esto que menciono fue que hace dos años cuando fui con Wendy a Salcoatitán no pude resistirme a comprar unas que encontré incompletas en una tienda, cerca de un recibidero de miel de abeja y ajonjolí, que le regalé a mi madre. Mi madre había comprado años atrás un juego para niños de unos barrilitos multicolor con el mismo principio.

Cuando mi abuelo elaboró una caja de madera para un militar me quedó la idea de comprar algún día un cofre personal para darle más class a mis memorias. De hecho, este blog es una especie de caja donde voy guardando lo que he vivido y lo que pienso, para – como lo he escrito antes – dejar algo de mi cuando ya no esté.

Aun conservo la caja pero ya no le doy la importancia de antes. Actually, ni siquiera la he ido a abrir ahorita para ver que hay adentro y escribir este post. Creo que allí está el esparadrapo que usé en el Hospital Rosales. He guardado mis libros, exámenes y apuntes de clase en cajas, tengo varias cajas: cajas de zapatos, cajas de relojes, cajas de perfumes, cajas de computadoras, ahí las tengo, algún día las voy a depurar.

Las casas son como cajas, nosotros somos como cajas, somos como cajas dentro de cajas, cajas que a su vez están guardadas en el interior de otra caja. Cajas infinitas según la física, la matemática y la teología. Simples cajas. Eso somos. Cajas.

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ethel

hey monge
como hago para tener un dominio para mi solita?

ethel

Y vos que lo sabes todo, y lo que no sabes te lo inventás,
tenes idea de donde hacen tatuajes de hena en el salvador (y si es posible alguien que nos ayude a hacer una broma)

ethel

ps, me gustó este post, yo también guardo cajas y cosas en cajas, la primera es (girly) la que guarda todas las cartas de mi primer novio y de mis mejores amigas de por ahí por 9no y bachillerato….
solo que yo no la dejaba arriba del ropero, yo encontraba aquella pieza de cielo falso que no estaba pegada y ahí zampaba la caja, yo juraba que ahí mis papás y/o hermanos no la iban a encontrar.

ethel

Rafael Alejandro

¿ser o no ser una caja?, he ahí el dilema. Jeje, interesante entrada, me imagino que recordastes mucho, lo cual te hizo «volver a vivir», jeje, eso ya es ganancia …, nos seguimos leyendo, salú.

[…] pasado los primeros 11 años de su muerte y quiero rendirle homenaje a su memoria desde este blog/caja de […]

[…] esa cosa de andar inventando babosadas, quizás por eso es que guardo mi basura tecnológica en una caja, nunca se sabe si pudiera necesitar m. ¡Qué recuerdos!i […]

Juan

Esta muy interesante la informacion de estas cajas

Milton Guerra

Culero de mierda.

Milton Guerra

Solo culeradas.

Milton Guerra

Fresas capitalinos de mierda. de seguro son areneros.